Bueno, esto le voy a
poner en español porque creo que me expreso mejor... curioso como la lengua
puede reflejar lo que sentimos...
Estoy tan perdida que no sé por dónde debo empezar... Hace como que una
semana estuve en un restaurante y reencontré un ex aluno. Casi no lo
reconozco... estaba tan cambiado, tan HOMBRE. (Llevaba gafas y eso me encanta)
Salió de la mesa de sus amigos y me vino a saludar. Cambiamos el número de
teléfono y por la noche, para mi sorpresa, asistió al concierto de mi amigo. Al
salir, de golpe me dio un beso y después mantuvimos contacto vía facebook y
wattsapp por unas dos semanas. Hoy, finalmente, he tenido coraje de aceptar una
invitación suya para cenar... sí, porque el hombre de gafas es como que diez
años menor y pienso que un hombre diez años menor solamente quiere follar, pero…
¿quién no quiere?
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi7KclWzhNJQ730Xgmsq1daRPVkEOoVFU9AW1dGQxzMLbJUrqWvfYuDN3_yTkGA5yPhJnwwPuY_g7-iOcwqnTBMDnQQCgzDTFjfSlfX_ujt1UmI86Nx-cKrsjOV3w5Xid6toZ2j8Z4kvkk/s1600/Diana-Virgem-Lua.jpg) |
Ártemis, diosa de la caza (yo antiguamente) |
El hombre de
gafas es oficialmente un cazador... y yo siempre tan cazadora, hoy soy la caza.
Tímida, dejándome seducir por un joven que me despierta una curiosidad y un
miedo, un deseo y un cuidado... alguien que que sorprende por su osadía,
insistencia y tranquilidad, porque al fín y al cabo, es muy dulce, quizás
inocente... ¿Seré yo a robarle la inocencia? HUMMM, ¿será él de veras
inocente? Sólo hay una manera de saberlo… pero vamos a volver a la cena… que fue
muy tranquila, maravillosa en realidad, incluso, aunque tan menor, el hombre de
gafas me la pagó (¡Un gesto poco usual, pero muy gentil!).
¿Muy tranquilo
el cuento? Ahora viene la parte de la caza/cazador: entre muchos temas amenos,
empezamos a hablar de la época en que yo le impartía clases de lengua
portuguesa… y él me dijo: “una vez, me abrazaste y me dijiste que si yo fuera
mayor, lo pasaríamos muy bien”
¡! ¡! ¡! ¡! ¡! ¡!
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgaCYw0rY4nzXPFzUGgiZfj86GW9pvRZWGfi9j5oSynCLjHTejOU2MYU5S3weQg0v-gnfs36jwoHR6yOWopjqOaiTn8VzoCZ5VbOY_VmyAzua_312wm0z_1fJw1AoE9RV6CmCqE3-LGU2Q/s1600/professorinha.jpg) |
Nunca he sido de esa manera, pero... |
¡Qué locura! ¿Cómo es posible que una
profesora le diga eso a un adolescente? Si eso me pasara a mi hijo, ¡yo le
procesaría a esa tía sin vergüenza! ¡Eso es asedio! !Y él siquiera llevaba gafas! (Sobretodo yo tenía un novio veinte años mayor en la época - que también había sido mi profesor).
No obstante, más tarde, en casa,
reflejando sobre el hecho (que pasó el dos mil cinco más o menos) me acordé de
las miradas curiosas sobre la joven profesora (22 años) que venían principalmente
de los chicos de la sala de clase (tenían 12 o 13 añitos). Este hombre de
gafas, hoy tan valiente y guapo era uno de los tímidos que no me lanzaba estas
miradas… y me acordé: ¡sí! Lo hice y lo hice más de una vez… no porque de veras
pensaba en estar con él… ¡pero para ponerles a los otros celosos! No me daba
cuenta de que en realidad les agudizaba la gana de conocer mejor a la profe.
Desafortunadamente, las palabras tienen
un poder inimaginable… y al que parece estas que le dije al hoy hombre de gafas
nunca le salieron de la cabeza. No le causaron ningún trauma, sin embargo seguramente
le trajeron algunos fetiches. ¡JAJAJAJA! Por eso no me voy a lastimar, todo lo
contrario: voy a disfrutar… ¡Qué venga el hombre de gafas!